domingo, 20 de septiembre de 2009

~CELULOIDE~:THE PAPER: La Vida del Periodista


Hace aproximadamente dos semanas, llegué a un salón de cómputo de mi facultad y, aunque ahí estaban mis compañeros de siempre, en vez de una clase, encontré una neófita, pero no menos interesante, sesión de cine. De modo que, inesperadamente, esa tarde fui espectador de una muy buena película. Me sumergí en la trama: era la emocionante jornada contrarreloj del equipo de un pequeño periódico neoyorquino. El nombre del film: “The Paper” (en contexto, “El Periódico”), protagonizada por el irreverente Michael Keaton, en el papel del reportero estrella Henry Hackett. Y aunque no se nos hubiera pedido, las impresiones no se hubieran hecho esperar ante tan apropiado estimulo cinematográfico.

¡Cuántos estereotipos circulan alrededor del periodista! Si acaso el más sonado es que, cuando hablamos de dicho personaje, se nos viene a la mente la imagen de un tipo desaliñado y acelerado. Siempre hablando, sino escribiendo. Todo un omnisapiente y un omnipresente. O sin tanto adorno, como sus enemigos le llaman: un entrometido hasta la médula; pero que, a pesar de los agravantes, es poseedor de un carisma particular y una motivación incomprensiblemente sorprendente, considerando la mala paga que recibe a cambio de su labor.

Son estas peculiares motivaciones - contrario a los estereotipos anteriormente mencionados – las que pasan desapercibidas para la gente común la mayor parte del tiempo. Ser testigo de los extremos a los que nuestros queridos informadores pueden llegar, solo por dar a conocer la verdad sin tapujos y sin distorsiones, es algo que muy pocos logran. Y la importancia de estar concientes de las dificultades que afronta un periodista día a día, cobra mucha más relevancia cuando uno decide encaminarse por la vía de tan excitante profesión.

Este es mi caso personal. Pero considero, con toda franqueza, que quien quiera optar por seguir tan admirable profesión, debe guiarse principalmente por VOCACIÓN. Y esto significa que si he decido ser periodista, debo serlo con mis anhelos, mis sueños y mis ideales por encima de vanidades, por encima de toda incertidumbre que me provoque el cambiante presente o el incierto futuro – que deja de ser tan incierto cuando se vislumbran con claridad los objetivos –, por encima de los malos consejos, las palabras necias y las inoportunas zancadillas de cantidad de gente nociva que se encuentra uno a cada paso que avanza.

¡Si, esa es la fórmula básica! Anhelos, sueños e ideales en cantidades infinitesimales. Mas, todo eso se torna en superchería barata y egoísta si solamente me satisface y me ayuda a mí. De manera que, con todo eso, también debo intentar satisfacer y ayudar a la sociedad de la que formo parte: más que a hombres o a mujeres; jóvenes o viejos; pobres, hambrientos o ricos; religiosos, políticos o megalómanos; más que a segregaciones, al humano mismo, sin distinción y en esencia. Más que a “masas irracionales”, a personas pensantes y a las ávidas de iluminación. Más que a patrias inventadas, a culturas agonizantes…

De manera que, como primer requisito para esta carrera: hay que ser tan realistas como se nos obligue y tan idealistas como se nos prohíba. Aterrizados, con los pies en la tierra, pero soñadores y con las alas en el cielo. Que haya equilibrio. Sin excesos.

También hay que ser responsables. El periodismo proporciona a sus elegidos un arma que muchos malintencionados matarían por siquiera acariciar: el poder de manipular la opinión pública mediante los diferentes géneros periodísticos y con ello lograr cambiar muchas cosas en la sociedad o en las vidas de otros. Dicho poder nace de la credibilidad, seriedad y objetividad que profese, tanto el comunicador, como el medio para el que este trabaja.

La prensa escrita, por su naturaleza informativa detallista y perdurable – no generalizada y efímera como la de la radio o la TV - es apta para el análisis profundo de la realidad y sus protagonistas. Quienes buscan un entendimiento más completo de los hechos, siempre consumirán un periódico, ya sea para corroborar los pormenores que no captaron en los medios electrónicos, como también para buscar datos que no se transmitieron en los mismos.

Pero todo esto es lo usual. Lo que encontramos, sin dificultad alguna, en teorías y libros de la materia. Algo tan artístico y subjetivo como una película, como es el caso de “The Paper”, nos muestra una visión más humana de los que ejercen el periodismo en situaciones apremiantes y dificultosas que no están tan alejadas de la realidad de muchos.

En efecto, el verdadero periodista se encuentra constantemente a merced de las circunstancias de su profesión, que están siempre cambiantes, lo cual le obliga a reordenar sus prioridades en los momentos más inesperados. En muchas ocasiones aguanta hambres, humillaciones, cuenta dinero en centavos – no en billetes – para sacar una simple lata de gaseosa de la maquina expendedora, eso por mencionar algunas de tantas penurias.

Y aunque a veces viaje a lugares lejanos y exóticos, asista a eventos de élite social, se vea cara a cara con gente casi mitológica y vista Oscar de la Renta mientras bebe una copa de whisky del más fino y añejo, debe ser consciente de la realidad, de SU REALIDAD, y no dejarse embelesar por los placeres de un mundo que no es el suyo. Aunque el periodista logre asomarse, y a veces hasta mimetizarse en otras esferas de la vida con el fin de que otros las conozcan y entiendan, en estos casos su estado es parecido al de una cenicienta que tiene hasta cierta hora para bailar en el palacio. Quien quiera ser periodista debe estar consciente de los sacrificios que implican comodidad pueril o nula.

Ahora… puede que haya en el mundo periodistas que vivan con cierta comodidad económica. Pero, sabiendo lo que sabemos de las inmolaciones que se sufre en esta profesión, ¿acaso puedo creer que estos ambiciosos no se dejan hechizar del dinero y, a la larga, olvidan el verdadero significado de su profesión? Puede que la elevada capacidad adquisitiva de estos no siempre provenga de un trabajo honesto. Acaso provenga de “voluntades” que les compraron a cambio de mantener contento o inocente a alguien que en verdad no lo es, ¿quién sabe?...

Pero haciendo a un lado las divagaciones, la familia es quizá el mayor lujo que un periodista puede llegar a tener, si es lo suficientemente inteligente y equilibrado. Como Hackett, muchos tienen la oportunidad de conseguir una mejor opción laboral. Como Hackett, muchos tienen familias en quien pensar. Como Hackett, muchos son apasionados en su desempeño periodístico. Como Hackett, muchos se encuentran con injusticias que merecen ser aclaradas y que solo ellos pueden esclarecer. Pero, contrario a Hackett, a muy pocos se les presentan todas estas circunstancias simultáneamente, y en estos casos, muy pocos tienen la osadía de apostar “doble o nada” en el juego de la vida.

Al final, Hackett arriesgó la estabilidad económica de su familia al rechazar un mejor empleo, eso en parte por orgullo y en parte por seguir con una importante investigación que, además de ser primicia para su diario, esclarecería el caso de dos jóvenes inculpados por asesinato injustamente.

Ciertamente todas estas turbulentas situaciones solo están reservadas para urbes cosmopolitas, como es el caso de New York. Existen tantas formas de enterarse de las cosas en ciudades como esta, que es un poco menos dificultoso para un buen y astuto periodista, hacerse de buenas y confiables fuentes. Tanta gente tiene tanto que decir que solo hay que pararse a escuchar.

Astucia: otro imprescindible requisito para el periodista. Si es difícil conseguir información valiosa, muchos recurren a artimañas piadosas para conseguirla. Hackett, por ejemplo, fue muy sagaz al deducir que “con un tablero y una actitud prepotente se entra a cualquier lugar”[1]. Esta premisa personal le ayudó a entrar en una estación de policía para hablar con una alta autoridad, sin ser cuestionado por nadie, sin anunciarse o sin que le pidieran identificación alguna, obstáculos que, de concretarse, le hubieran causado una enorme pérdida de tiempo en su investigación.

En conclusión y para no alargar más el asunto, primordialmente con ocho los aspectos que, a criterio personal, debe reunir el perfil de un periodista verdadero:

1. Equilibrio entre realismo e idealismo. 2. Alto sentido de la justicia. 3. Responsabilidad. 4. Conciencia de la realidad ajena y propia. 5. Disposición a los sacrificios. 6. Equilibrio entre familia y trabajo. 7. Instinto para saber improvisar e inteligencia para saber decidir. 8. Astucia en todo sentido. Todo esto apoyándose en la indispensable piedra angular que es la VOCACIÓN. Ojalá que esta fórmula se enriquezca con más elementos al pasar de los años, para bien de mis colegas y del mío también.



FUENTES AUDIOVISUALES

> HOWARD, Ron. THE PAPER, Película. Universal Pictures, 1994, Estados Unidos de América.


[1] HACKETT, Henry. THE PAPER, Película. Universal Pictures. 1994. Estados Unidos.