domingo, 17 de mayo de 2009

~CELULOIDE~:"Los Piratas de Silicon Valley"




Imaginen el mundo tal y como lo conocemos sin alguno de los aditamentos que han facilitado nuestro modus vivendi en el último siglo. Imaginen que pudiesen abrir una brecha en el tiempo y en el espacio y tuviesen la facultad de modificar algunos hechos importantes de la historia del desarrollo humano. Hagan que Edison se rinda en la manera número dos mil de cómo no hacer un filamento incandescente y, hoy, las calles y marquesinas iluminadas de ciudades como New York, Paris o Las Vegas serían utopías. Borren del mapa a todos aquellos eruditos que se aventuraron al análisis de los fenómenos eléctricos desde tiempos inmemoriales y, hoy, no habrían ni cables en las calles, ni enchufes en las casas.
Contraten constantemente a Leonardo Da Vinci para que pinte retratos sin parar, de ese modo lo distraerían de sus estudios sobre el vuelo de las aves, así él nunca trazaría proyecto alguno para una “máquina voladora” y al correr de los siglos nada animaría a los hermanos Wright para construir dicho artefacto; de esa forma, hoy, aún viajaríamos largas distancias en vapores y ferrocarriles. O simplemente pongan a Steve Jobs (fundador de Apple Computers) en el ejército y a Bill Gates (fundador de Microsoft Corporation) en un seminario religioso y, hoy, más de una cosa sería diferente. Aún: escucharíamos música en “cassettes”; compraríamos películas piratas en formato VHS; nos comunicaríamos vía correo aéreo con nuestros familiares en el extranjero; la fotografía seguiría siendo análoga; tendríamos, como única y exclusiva opción confiable, que acudir a las bibliotecas en busca de la tarea que luego escribiríamos con la ayuda de una vieja y oxidada máquina manual.
Conviertan a Gates en sacerdote aspirante a papa (o en violador excomulgado, uno nunca sabe…) y a Jobs en soldado héroe de guerra (o en traidor o lisiado) y seguramente todo lo anterior, o hasta más, sería el pan de cada día. Desde luego que no todo sería relativamente malo: las industrias de la música y del cine sufrirían menos monetariamente; sin duda habrían más oportunidades laborales para carteros y fotógrafos; los jóvenes dedicarían más tiempo de calidad a sus estudios y actividades de sano esparcimiento, porque no existirían las ataduras viciosas, estupidizantes y sedentarias de los videojuegos; las bibliotecas tendrían más afluencia de gente ávida de conocimiento, en fin… Y aunque nos llevaría mas tiempo realizar estas cosas en esa bizarra dimensión paralela, como ven, no todo sería relativamente malo.


Cuando nos sentamos frente a una computadora y la encendemos, poco o nada sabemos del porqué está ahí, frente a nosotros. En la década de los años setenta, los grandes fabricantes de ordenadores –como IBM—no tenían ni visión ni intención de crearlos para uso de la gente común, pues consideraban que la complejidad en el manejo, funcionamiento y mantenimiento de estos dispositivos estaba sólo al nivel de entendimiento y capacidad económica de las grandes empresas y los gobiernos de las naciones poderosas. Sus objetivos estaban orientados expresamente hacia aquello que les resultara más rentable a corto plazo. Podría decirse que como hombres de negocios eran formidables, no así como hombres visionarios.
No pensaron en la posibilidad de que al simplificar la complejidad de las computadoras y encontrar el modo de adaptarlas para que realizaran tareas simples, crearían un nuevo y llamativo mercado. IBM no lo pensó, y hasta se dio el lujo de restarle importancia, de modo que aparecieron en escena dos verdaderos visionarios que, con el tiempo, se convertirían en grandes contrincantes para luego terminar siendo grandes aliados. He de referirme a los señores anteriormente mencionados: Steve Jobs y Bill Gates. Estos tipos se atrevieron a desafiar los paradigmas de su conflictiva época y se adjudicaron el crédito de llevar la era de las computadoras al siguiente nivel: la masificación.
Por ello, muchos les admiran, algunos hasta les idolatran. Empero, muy pocos se lanzan a cuestionarles al respecto de la legitimidad de sus procesos creativos, de sus iniciativas innovadoras, de sus proyectos iniciales. De entre las críticas que se les hacen a esos dos personajes, trataremos de profundizar en una de las más sustanciales y populares de los últimos tiempos: la contenida en el filme del director Martyn Burke, “Los Piratas de Silicon Valley”. Esta cinta se basó en el libro “Fire in the Valley: The Making of a Personal Computer” escrito por Paul Freiberger & Michael Swaine.
[1]


Aquí se narran los controversiales y poco mencionados hechos que dieron origen a los gigantes de la computación, Apple y Microsoft, todo desde la perspectiva de Steve Wosniak (antiguo socio de Jobs) y Paul Allen (socio de Gates). En síntesis, la película expresa que, tanto Jobs como Gates, de alguna manera terminaron plagiando la mayoría de los desarrollos tecnológicos que expusieron al mundo como “de iniciativa propia”.
Presentados de la manera más simple, los hechos mas trascendentales en esta versión de la historia fueron los siguientes: Primero, Apple le “roba” a Xerox el soporte de hardware e interfaz gráfica para utilizarlos en su proyecto definitivo, la Macintosh. Apple creció. Luego aparece Microsoft y, ofreciéndole a Apple su “inocente cooperación” para mejorar la hoja de cálculo del sistema, copia la interfaz gráfica de la Mac y, acoplándola con el programa MS-DOS (que originalmente se llamaba Q-DOS, el cual compraron a un tipo desalineado por $50,000, nada en comparación con los millones que ganarían) y con su rudimentario soporte de hardware, crean un nuevo sistema, Windows. Microsoft creció y con el paso de los años, ha superado y absorbido a Apple en el mercado, de tal manera que hoy en día, aproximadamente el 90% de la población mundial con computadora posee un equipo PC con un sistema operativo Windows (aunque muchas veces no sea legal).


En la película, más que el mismísimo Bill Gates, la trama parece centrarse desde el principio hasta el final en Steve Jobs. Este personaje es sin duda el más matizado e interesante, no sólo por la imagen, hasta cierto punto, histórica que representa, sino también por la condición humana en que se le enfoca en reiteradas ocasiones: un sujeto con problemas psicológicos causados por la ausencia de su madre biológica en la niñez. Un joven que se refugia en las comunidades libres de los hippies buscando el propósito de su vida mientras desafía el status quo, tiene sexo libre y consume drogas. Un tipo quien, enfrascado en sus visiones megalómanas de posibilidades infinitas, se desvía constantemente hacia el borde de la locura que le provoca su enfermizo perfeccionismo.
Al respecto, Wozniak dice: “Mientras yo me la pasaba entre circuitos de ordenadores, Steve siempre andaba en otros mundos (…) Además, le gustaba recoger manzanas en Oregon”.
[2]
Llega un momento en la vida del joven Jobs, en el que se siente desesperado por la incertidumbre de lo que le deparará el futuro. Sin embargo, la genialidad que su amigo Wozniak posee para la electrónica, le saca de su estado depresivo y le impulsa la visión de romper las barreras y encontrar el modo de llegar a la cima de la manera más rápida e innovadora.


Jobs se aventura entonces a buscar el financiamiento para arrancar su negocio en la cochera de Wozniak. Al final, consiguió $500,000 de la tutela del inversionista Mike Markkula; pero antes, tocó varias puertas en bancos que terminaban por rechazarle simplemente por su desalineada apariencia: Barbado, melenudo, playeras coloridas, pantaloncillos rotos de mezclilla y un par de sandalias de cuero. Todo un hippie urbano.
Entonces decide tomarse las cosas en serio y ataviarse para la ocasión. En una escena, Wozniak se sorprende al verle afeitado, a lo que Jobs responde: “a los bancos no les gustan las barbas”.
[3] Misma sorpresa cuando Apple presenta sus piezas tecnológicas en una gran feria de computadoras y se ve a Jobs vestido de traje. En fin, todo iba viento en popa para Apple Computers, y, al cabo de dos años, se trasladaron de la vieja cochera a unas amplias y modernas instalaciones en el Silicon Valley nombre de la zona sur del área de la Bahía de San Francisco, en el norte de California.[4]

Paralelamente se presentan en la trama, los hechos que se ligan a Bill Gates. Se le ve a él, y a su amigo de infancia Paul Allen, como estudiantes de Harvard. Como la mayoría de los universitarios que no vislumbran bien su futuro, se les ve jugando partidas de póker, parrandeando y emborrachándose sin medida.


Pero esas acciones sin rumbo desaparecen de golpe debido a la pasión de los dos amigos por las computadoras desde la niñez, la cual les lleva hasta Albuquerque luego de enterarse en la revista Popular Electronics, que un tipo que ha construido el primer ordenador minimizado (llamado ALTAIR) y que está solicitando un lenguaje para su funcionamiento.
El joven Bill, a pesar de su inocente apariencia “nerd” y su mala suerte con las mujeres, en otros ámbitos detestaba perder y poseía un enorme poder de convencimiento: las habilidades perfectas de un buen vendedor. La película lo muestra, en repetidas ocasiones, recurriendo a muchas artimañas para lograr sus objetivos empresariales cuando Microsoft aun estaba en remedos de oficina.


Llegó al punto de burlar al gigante IBM, convenciéndoles de que habían desarrollado un sistema operativo que les interesaría, cuando éste ni siquiera existía aún.
Ciertamente, Gates no era un perturbado en comparación con Jobs. En el momento en que tiene contacto con él y le toca convencerlo de su lealtad hacia Apple, se le muestra sereno e inmutable, con la paciencia perniciosa de una víbora, cosa que saca de sus casillas a Jobs, pues está acostumbrado a desquitarse con todos y a hacerlos desvariar como él en momentos de suma presión.


Al cabo de esta odisea, Bill traiciona a Steve bajo la premisa de Picasso: “los buenos artistas copian, los grandes roban”, y como es del conocimiento público, se adjudica la victoria en la batalla de las computadoras personales.
La película es bastante puntual con respecto a la sucesión de los hechos y sabe centrar la atención de quien la mira en los detalles que ellos quieren que se miren. Hace esto de una manera tan descaradamente explícita, como si se lo estuviera explicando a un niño, que hasta saca por un momento a sus personajes de la trama y los coloca en un plano de comunicación directa con el espectador. Este elemento es irónicamente jocoso, pero no deja de ser llamativo, que al final es lo que toda cinta cinematográfica pretende.
Una perspectiva que no está de más analizar, perfecta para aquellos que se apasionan con las teorías conspirativas y para los que siempre buscan ir más allá de lo que todos perciben.



Fuentes de primera mano:
[1] WIKIPEDIA. Artículo PIRATAS DE SILICON VALLEY, en http://es.wikipedia.org/wiki/Piratas_de_Silicon_Valley
[2] WOZNIAK, Steve, PIRATAS DE SILICON VALLEY, Película. Turner Network Televisión (TNT), 1999, Estados Unidos de América
[3] JOBS, Steve. PIRATAS DE SILICON VALLEY, Película. Turner Network Televisión (TNT), 1999, Estados Unidos de América
[4] WIKIPEDIA, Artículo SILICON VALLEY, en http://es.wikipedia.org/wiki/Silicon_Valley

HASTA EL PRÓXIMO ENCUENTRO, DIOS MEDIANTE
~Guzke~

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