miércoles, 6 de mayo de 2009

~LIBROS, LIBROS, LIBROS~: "El Dinero Maldito"


El 24 de julio de 1968 se cumplieron 100 años de natalicio del magnífico Alberto Masferrer. Con motivo de ello la entonces Dirección General de Cultura del Ministerio de Educación proclamó 1968 como el "Año de Masferrer", así se lanzó la quinta edición de sus obras.

Seis años más tarde, en 1974, la nueva Dirección de Publicaciones del MINED se dió a la tarea de recopilar nuevamente los escritos del inigualable pensador salvadoreño y de publicarlos en una colección llamada "Cuadernos Masferrerianos": "¿Qué debemos saber?", "La Religión Universal", "El Minimum Vital", "Niñerías", "Prosas escogidas", "Leer y escribir" y, por supuesto, su escrito más representativo- y que tuve el placer de tener a mi disposición- "El Dinero Maldito".

Masferrer escribe acá como un iluminado entre la decadencia que le rodea. San Salvador, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, en el cual habitaba, le inspira a filosofar en el "por qué" del estado deplorable y falto de esperanza que inunda el ambiente citadino.

La reforma cafetalera de la década de 1870- que si bien es cierto catapultó a El Salvador hasta convertirlo por un tiempo en uno de los principanles oferentes del "grano de oro" en el mercado internacional- incidió tan negativamente en la forma de vida de los más pobres, que hasta hoy en día se viven las consecuencias de ello. Empero, los libros de Historia Oficial nos pintan un esplendor como ningún otro en la historia, a cerca de la vida en la ciudad de esos días: salones de baile y tertulias, clubes exclusivos, casinos lujosos, funciones de teatro y cine en boga, la innovación de los "carruajes sin caballos", las glamorosas modas de las delicadas señoritas y los elegantes atavíos de los educados mancebos, los banquetes, la etiqueta, los modales y las cortesías. Todo felicidad, todo progreso, todo plenitud... y San Salvador cada vez con más infulas de ciudad cosmopólita, mientras más vanalidades traían en la mente los pasajeros de los vapores y ferrocarriles.

Estas eran las acciones de la oligarquía, de los dueños de las fincas y los negocios, quienes con lo anterior no sólo se conformaban intentando cubrir con un telón de seda el escenario de la cruel realidad que ellos mismos provocaban con su avaricia, sino que le escribían más drama al montaje de la obra: No sólo les bastaba explotar a la clase obrera de sol a sol, de lunes a sábado, sino que también fomentaban la decadencia en sus días de descanso, permitiendo que el Estado y los gobiernos municipales legalizaran antros de malamuerte para su perdición espiritual.

Masferrer nos relata el respecto: " A seis cuadras, Oeste, me queda el Hospital, a donde va, a todas horas, una caravana de dolientes, pobres o miserables los más, a ver si les dan algún alivio. A cinco cuadras, en dirección contraria, me quedan tres estancos, donde se bebe de día y noche; donde la pianola, el fonógrafo, los gritos de los ebrios y el chocar de vasos y botellas ensordecen los oídos de los transeúntes, y también su conciencia, para que no piensen en los dramas que ahí se incuban. Frente a mí, a una cuadra, está la penitenciaría, donde viven los criminales desvalidos; los que no tienen la llave dorada que abre las puertas de la Justicia. Los Domingos, desde muy de mañana y todo el día, la vida enlaza esos tres antros en que el vicio, el crimen y el dolor se funden en una trinidad fatídica. (...) Se trabaja toda la semana ¿Qué cosa más justa que bajar el domingo para descansar, para divertirse? Por eso, desde muy de mañana, bajan los labriegos, limpios, endomingados, decididores, ligeros; dan una vuelta por la ciudad mientras se abre el estanco, y apenas este despliega sus fauces, entran y beben. (...) Y entonces todo huye, todo se desvanece: la memoria, la atención, el juicio, el sentimiento del yo, el dicernimiento del bien y del mal: es la locura, última forma de la embriaguez, que franquea el paso del hombre a la bestia, de la bestia a la fiera. Y entonces viene la sangre (...) De esa sangre, cristalizada en el Presupuesto y transformada luego en la mentira de la Cultura, vivimos y gozamos nosotros los privilegiados. Con esa sangre vamos a Europa, a divertirnos y a corrompernos, si todavía nos falta corrupción; con esa sangre se paga el diploma del médico y del jurisconsulto; con esa sangre nos costeamos las fiestas diplomáticas y los banquetes patrióticos; con esa sangre cubrimos los gastos de mil cosas supérfluas, dañosas, tontas o inútiles; con esa sangre sostenemos la vida de monerías que imaginamos civilización y progreso. Y con esa sangre, nosotros los señores de la Tierra y del Comercio y de la Banca, vosotras las nobles matronas, vosotras las señoritas gentiles y nosotros los caballeritos apuestos; con esa sangre se pagan nuestros ocios, nuestros lujos, nuestras joyas, nuestras mansiones, nuestras quintas, toda nuestra vida ociosa y mentirosa, gris y charlatana, alimentada incensatamente con el dinero maldito. EL DINERO MALDITO... esa es nuestra vida... esa también será nuestra ruina..."

La prosa sublime, excitante y rica en existencialismo de Masferrer, nos invita constantemente a la reflexión de los aspectos que realmente perjudican desde sus cimientos a nuestra sociedad, los cuales tienen su raíz en la ignorancia, el alcoholismo y en sus consecuencias directas: la indiferencia, el crimen, la pobreza y muchas otras bajas pasiones que degradan el espíritu individual y colectivo en un continuo ciclo vicioso.

A lo largo de sus primeros siete capítulos, se percibe un muy razonado y sano aire de crítica realista en diferentes contextos: desde la familia (cap. II: En la casa del ebrio), pasando por la sociedad (cap. III: Pan o revólver; cap. V: El Estado corruptor), hasta llegar a la humanidad misma (cap. IV: El Cómplice; cap. VI: sembraron los vientos...) abarcando con ello las diferentes esferas en donde se desenvuelve el hombre a diario, dándole a esta obra un alcance y entendimiento universales y atemporales.

Finalmente, en su octavo y último capítulo, EL DINERO MALDITO nos insta a ser agentes de cambio de al manera que podamos, estemos donde estemos, seamos quienes seamos en la escala social. Nos da sugerencias y luego exhorta a todos los que formamos el país a mejorar las cosas: a la madre, a la mujer que se casa, al adolescente común y despreocupado, al hacendado, al padre de familia, al empresario, al banquero, al maestro de escuela, al religioso y, por último, a los intelectuales, a nosotros los universitarios. Pero particularmente, A NOSOTROS LOS PERIODISTAS EN FORMACIÓN, y lo hace con estas palabras:

"Sí, si quisieras, podrías ayudar (...) Tú, hombre de pluma, que más que nadie tienes la obligación - porque más se exigirá a quien más se le ha dado -, si pensaras que triste oficio vives con pasarte los días contando chismes, hablando sin pensar, mixtificando ideas y desfigurando los sucesos, cuando podrías ser el guía, el faro, la sal de la tierra... podrías ayudar." EL DINERO MALDITO es un libro que ha pasado la prueba del tiempo y muchos de sus prolíficos planteamientos han perdurado no sólo por su naturaleza irrevocable y realista, sino tambien, porque El Salvador y América Latina en general, aún siguen ahogados en problemas de toda índole. Depende de todos nosotros hacer que la teoría trascienda a la practica y asi "poder ayudar".

HASTA EL PRÓXIMO ENCUENTRO, DIOS MEDIANTE
~Guzke~

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