sábado, 21 de marzo de 2009

~ LIBROS, LIBROS, LIBROS ~: “El Diario de Ana Frank”


No ha pasado por mi vista un texto más increíblemente autentico como el escrito en “El Diario de Ana Frank”. Con esto comparto y resumo las palabras de Daniel-Rops, el escritor de “Las Habitaciones de Atrás”, titulo del prefacio de la edición del año 1971 que tuve el agrado de tener entre mis manos: “Una niña de trece años que escribe su Diario. ¿Se trata de un ejercicio pueril o de un caso de precocidad monstruosa? Ni lo uno ni lo otro. En él no se encuentra ni el más vago aire de farsa. (…) La justeza de tono y la verdad que transpiran las cotidianas anotaciones de Ana Frank ahuyentan toda sospecha de 'literatura' en la intención de la muchacha, y más aún la suposición de que hayan podido ser retocadas por una persona mayor. El Diario da una sensación de indiscutible autenticidad. De él podría decirse, desde luego, que es todo un 'documento', si la palabra no sugiriese la idea de algo polvoriento y descolorido…”.

Ana Frank es la prueba fehaciente de que escribir no se trata simplemente de dominar complejas técnicas retóricas, o de desarrollar embrolladas figuras literarias… Quien escribe debe hacerlo desde el corazón, desde la más pura esencia del alma. Ana lo hacía de esta forma, impregnando maravillosas líneas de tinta con su amada estilográfica sobre las páginas del bello cuaderno que fuera su posesión más preciada desde que lo descubriera entre los obsequios de su cumpleaños numero trece, un 12 de junio de 1942. Ana era una adolescente con una vida como la de cualquier otra de su edad: iba a la escuela, tenía amigas, paseaba por las tardes, le gustaba el ping-pong y le encantaba comer helados. Peleaba con su hermana mayor, Margot, a quien en el fondo admiraba y se sentía incomprendida por sus padres aunque también en el fondo los quería, y en especial a su padre, Otto Frank, a quien cariñosamente llamaba Pim. Rebelde, lista, perspicaz, intuitiva, parlanchina, ingeniosa, directa, hiperactiva… así era Ana Frank. Le fascinaba ser el centro de atención y era la preferida de los profesores por su admirable espíritu creativo. Daniel-Rops menciona: “Era bonita y lo sabía, sin conceder al hecho excesiva importancia. (…) Mordaz, decidida, sensible hasta el punto de ser impresionable, con muchos aspectos de mujer sin dejar de ser verdaderamente una niña. Es esto precisamente, esta mezcla de madurez y de frescor lo que da a este libro su maravilloso encanto…”

Empero, su naturaleza perspicaz no podía permitirle enajenarse del mundo turbulento que la rodeaba. La Segunda Guerra entraba en apogeo, y Europa del Este fue una de las regiones en donde esta se recrudeció en forma más notable para la gente, y especialmente para la comunidad judía. Ana y su familia vivían en Holanda (conocido políticamente en la actualidad como Países Bajos), específicamente en Ámsterdam, la ciudad capital, y además pertenecían a la religión del judaísmo. No eran tan tradicionalistas como otros; ellos eran más “open-mind”… pero para los alemanes de la GESTAPO no había distinciones, todos los judíos eran iguales. La historia registra que se les obligaba a portar en el brazo bandas con la “estrella de David” dibujada para identificarlos en las calles, como si se tratara de ganado al que se marca con un fierro incandescente. Solo por eso les parecían merecedores del peor trato: desde sufrir todo tipo de actos de marginación (no poder entrar a ciertos lugares, no poder utilizar el tranvía, no poder comprar o vender libremente), hasta ser victimas de las más atroces torturas de los tiempos modernos (maltrato físico en las calles, privación total en los famosos “campos de concentración”, y exterminio en las infernales cámaras de gas).

Fueron estas coyunturas las que le dieron un giro radical a la vida de Ana. Los Frank tenían dos opciones: huir de Holanda arriesgándose a ser atrapados por soldados alemanes en el intento o mudarse a un escondite en el que estarían relativamente a salvo hasta que la guerra terminara. Optaron por lo segundo. Ana y Margot tuvieron que dejar la escuela y los Frank se mudaron, junto con los tres integrantes de la familia Van Daan y un amigo, a un sector secreto del edificio que albergaba la oficina contable en donde trabajaba Pim. El mundo de Ana se vió reducido a las ocho personas que vivían casi hacinadas en el “anexo” de aquella vieja casa. Los dos años de convivencia forzada entre ambas familias fue en extremo difícil, mas sin embargo llevadera cuando pensaban en los cientos de judíos de afuera que morían de hambre o a manos de los alemanes. Sus anfitriones los mantenían aprovisionados con lo básico y periódicamente les llevaban periódicos y libros para su distracción. Tenían, además, un aparato de radio de onda corta, frente al cual todos se sentaban atentamente cada noche para escuchar las noticias de Alemania, Francia, Holanda y hasta de la BBC de Inglaterra, con lo que se mantenían al tanto sobre los sucesos mas actualizados de la guerra.

Ana estaba madurando, y más aun en este contexto en que la realidad no podía ser ignorada. Con los periódicos y la radio como referentes del mundo exterior, y la lectura intensa de narraciones y aprendizaje de idiomas, junto con el tiempo que le dedicaba a su Diario y a sus cuentos como escape expresivo de su ser, aun en medio de estados depresivos, de alegrías casi paranoicas, de su primer amor adolescente con el joven hijo de los Van Daan, Peter, y en medio de sus sueños y aspiraciones (entre las cuales estaba que ella quería ser periodista cuando mayor), nunca se imaginó lo lejos que llegarían sus escritos y como marcarían la vida de cientos de personas, aún hasta nuestros días. Asi lo manifestó el 29 de marzo de 1944, cuando faltaban solo cinco meses para que ella y su familia fueran descubiertos en su escondite y llevados a morir de inanición al campo de concentración Bergen-Belsen: “Querida Kitty: Anoche, en la emisión de Holanda de ultramar, el ministro Bolkestein dijo que después de la guerra se recopilarán las cartas y la Memorias concernientes a nuestra época. Al oir esto, todas las miradas se volvieron hacia mí, como si quisieran tomar por asalto mi Diario. ¡Imagínate que yo publicase una novela sobre nuestro refugio! ¿No crees que sería interesante? (…) Bueno, vamos a hablar en serio. La historia de ocho judíos escondidos en un refugio, su manera de vivir de comer y de hablar, produciría un efecto extraño…”
Pero Ana se equivoco, y hoy, su Diario, forma parte de las joyas mas preciadas de la literatura universal contemporánea. Recomiendo fervorosamente este libro, y que no se juzgue por su titulo... se sorprenderán de lo que puede llegar a escribir una joven con la que las mujeres se sentirán identificadas en muchos aspectos elementales, por su condición femenina, y de quien los hombres no podrán evitar admirar de la manera mas tierna, pura y espontánea, como lo hago yo.
¡Hasta el próximo encuentro, Dios mediante!
~Guzke~

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